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Competencia Desleal

En las transacciones inmobiliarias, como en el comercio en general, surgen tremendas dificultades que están desligadas completamente del conocido problema de la oferta y la demanda, pues estos males aparecen tanto en los comerciantes como en los profesionales en épocas de floreciente prosperidad económica como de crisis aterradora.

 

Nos referimos a la moral comercial, dificultad que se suscita por desconocimiento de los principios de ética profesional. La honradez del profesional para con la sociedad y sus colegas, debe nacer por conveniencia propia, puesto que la reciprocidad de la buena fe da productos que constituyen la vida misma del comercio. Los cartagineses, en su época, se caracterizaron por ser comerciantes que en su afán de conquistar rápida riqueza, cayeron en el descrédito general. En los tiempos actuales – época de fácil comercialización – algunos inescrupulosos profesionales y comerciantes se desprenden de los principios morales para idear la forma de competir con sus colegas, ponniendo en práctica las armas de la competencia desleal, sin advertir que esas mismas armas, con el andar del tiempo, se convertirán en su propia sentencia.

Así como las leyes exigen fidelidad en su cumplimiento, también las profesiones requieren lealtad de quienes las ejercen.

Fatalmente en todos los gremios existen quienes creen que esgrimiendo prácticas de competencia mal dirigida, obtienen el medio más eficaz para triunfar y enriquecerse, pero generalmente esas maniobras de mal gusto perjudican sus propios intereses desacreditándose ante sus colegas.

Conviene recordar aquellas palabras del famoso teólogo alemán, Gerardo Heinzelmann, autor de D. Begriff der Seele una die Idee der Unsterbichkeit bei Wilhelm Wundt, en 1909, que con tanto acierto se refirió a la lealtad diciendo: «Sed pobres y permaneced pobres, jóvenes, mientras que los otros a vuestro alrrededor se enriquecen por el fraude y la deslealtad; estad sin empleo y sin poder, mientras que los demás mendigan sus posiciones; soportad las pesadumbres de las enseñanzas engañadas, mientras que los otros logran realizar las suyas a fuerza de lisonja; renunciad a benévolo apretón de manos, por el cual los demás se arrastran y cometen bajezas. Envolveos en virtud y buscad, al mismo tiempo que vuestro pan diario, un amigo verdadero. Si llega el día en que habeís encanecido conservando vuestro honor intacto, entonces bendecid a Dios y morid tranquilos».

Y así lo interpretamos; el hombre no puede llevar a cabo sus grandes negocios sin la acción permanente de la lealtad. El profesional, más que nadie, debe serlo con sus colegas como mandato de su honor, no olvidando que el deber se funda en su sentimiento inspirado en la justicia.

El martillero, desgraciadamente, en el desempeño de sus funciones se encuentra muy a menudo con serias competencias desleales que desvirtúan la honrosa profesión.

Funte: Manual del Martillero Público y del Corredor

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